La semana pasada adelanté que esta entrada estaría dedicada a nuestra inmunidad al cambio, que por otra parte es el título de un libro exigente dedicado a este asunto escrito por Robert Kegan (1). Y he preferido referirla así porque por un lado me parece que lleva a un plano más realista nuestra resistencia a los cambios y porque el uso de perífrasis o circunloquios ayudan a mover la ventana de overton sobre las razones que nos impiden cambiar antes de que podamos decir que eso, a nosotros, no nos pasa. Que les pasa a los demás.
Cuando hablamos de inmunidad en lugar de resistencia al cambio, nos damos la oportunidad de pensar en ello como algo involuntario. En mi cabeza, cabe luchar contra la resistencia, pero no cabe pegarse contra una especie de respuesta automática, casi inmunitaria de nuestro cerebro cuando de cambiar se trata. Hay que vivir sabiendo que está ahí y se desencadenará lo esperemos o no lo hagamos.
La realidad es que nos resistimos a cambiar casi todo el rato. Y lo hacemos incluso cuando la intención para hacerlo parta de nosotros mismos. Si no fuera así, todos estaríamos delgados si nos sobra peso o dominaríamos el inglés si no lo hablamos -entiendo que se entiende a qué me refiero-.
O ya estaríamos trabajando en un puerto innovador y no hubiera hecho falta que el Marco Estratégico incluyese toda una línea estratégica dedicada a promover cambios para conseguir serlo.
¿Por qué os cuento todo esto? Porque una posibilidad sería ver las cosas desde la transitoriedad. Concretamente, decirnos un "en este momento a mí no me resultaría fácil asumir la responsabilidad de proponer o introducir un cambio, pero me veo capaz de facilitarle las cosas a otro que pueda”.
La idea ya la tuvo Unamuno en 1906 con su "Que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones.”. Que vale que a todos nos gustaría estar del lado de los "ellos” y no del de los "nosotros”. Pero si no podemos por lo que sea, aprovechémonos, que será bueno para los dos sujetos que aparecen en la oración.
Siendo la inmunidad al cambio intrínseca a todos nosotros, quizá merezca la pena entonces valorar que las estrategias de innovación arranquen con valores más cercanos al común de los mortales y fiar a una versión mejorada de nosotros mismos planteamientos que incluyan valores más elevados que ahora mismo pudieran estar un tanto fuera de nuestro alcance. Porque lo importante es conseguir los cambios y lo de menos quienes los consigan ¿no? El Marco Estratégico ya menciona como parte de las debilidades a superar "acciones reactivas…”, "conectividad débil…”, "innovación… encapsulada”. Y puede que hoy miércoles no me vea reflejado en ninguna de esas actitudes. Y puede que tampoco vosotros. Pero habría que vernos en diez minutos si nos piden cambiar. Igual lo mejor es compartir la responsabilidad que no podamos asumir en este momento y dejar que el resultado, incluso contra nuestra resistencia, nos beneficie con seguridad. Una cesión que sí estamos en condiciones de asumir.
No siempre es la resistencia lo que nos frena. A veces es algo más silencioso, más difícil de detectar: la inmunidad al cambio. Una especie de defensa interna que, con la mejor intención, nos protege de tener que repensar lo que ya dábamos por asumido.
En las últimas semanas hemos hablado de soluciones que nunca se solicitarían en una licitación, de propuestas que se anticipan a necesidades formales. Y en muchos casos, cuando no prosperan, no es porque no encajen, sino porque el sistema, simplemente, no está en disposición de escucharlas.
El Marco Estratégico habla de innovación sistémica, de organismos portuarios co-creadores, de abrirse a nuevas formas de pensar y colaborar. Pero ¿cómo se hace eso si para hacerlo tiene que redactarse otro documento que lo diga?
La inmunidad al cambio no es rebeldía contra el cambio. Es una lucha contra nuestro sistema inmunitario.
Lo entendemos todos. Cambiar cuesta. No hay premio inmediato. Pero el verdadero cambio, ese que el Marco promueve, no viene con incentivos para hacerlos. Tienen que desencadenarse de la mano de una decisión.
Bastará con que alguien que tenga el valor (y el margen) para decir: "hablemos con ellos, a ver qué tienen”.
Con ese gesto, que da pie al otro, nos vacunamos contra nuestra inmunidad al cambio.
Ah! Os adelanto tema para la próxima entrada que además es de actualidad: transparencia de la gestión pública de las Autoridades Portuarias. Os prometo que será poco polémica, pero creo que toca un punto de dolor en lo que respecta a nuestra resistencia al cambio.
¡Hasta la semana que viene! -y que nos encontremos un poquito menos inmunes a cambiar-.
(1) Para hacernos una idea de lo serio que es el asunto de nuestra inmunidad al cambio, el libro menciona que cuando los doctores advierten a pacientes del corazón que morirán si no cambian sus hábitos, solo uno de cada siete lo consigue.
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Eduardo Oviedo es el Director y fundador de Bases Portuarias. Emprendedor, cree en la tecnología como medio para resolver problemáticas de negocio. Estudió CC. Empresariales y tiene un Master en Transporte y Gestión Logística por la Universidad de Oviedo. Ha trabajado en las Autoridades Portuarias de Barcelona y de Gijón así como consultor.