El otro día enviaba a mi cuenta de Twitter dos enlaces a unos videos en los que se habla sobre un aspecto del éxito que no parece que comprendamos: en la mayoría de las ocasiones tarda décadas en llegar. Tantas como se necesitan para llegar a ser realmente bueno en algo.
No hay que engañarse: adoramos a los triunfadores precoces. Personas que apenas rozan los treinta o acaban de cumplirlos y que consiguen hacerse millonarios o alcanzar puestos de esos que proporcionan excelentes ingresos y reconocimiento social –ejem, para el que dude, mi idea del éxito no se ciñe exclusivamente a alguna de esas cosas-. De tal manera que cuando se llega a esa edad sin conseguirlo, resulta habitual dejarse ir -para otro día quedará elucubrar sobre las consecuencias que esa decisión puede tener sobre nuestra satisfacción futura con la vida-.
Sin embargo, como explican los videos, esa idea compartida socialmente de que el éxito debe ser temprano es bastante perniciosa en tanto muchos debemos asumir que necesitaremos como poco diez años más –y donde digo diez también puedo poner quince o veinte- de práctica constante hasta convertir ese “algo” en el medio que nos permitirá triunfar. En los videos se explica el caso utilizando como ejemplo concreto el de la vida de Leonardo da Vinci: su éxito comenzó a la temprana edad de cuarenta y seis años ¿quiere eso decir que con anterioridad no había tenido ningún tipo de reconocimiento? Pues claro que lo había tenido: todo el mundo le reconocía como un buen pintor. Pero poco más. Para convertirse en ese otro Leonardo que ahora conocemos necesitó más de treinta años pintando… y perseverando.
Todos asumimos que las dudas forman parte del proceso. Pero no lo voy a negar. Tener que esperar hasta entrar en los cuarenta para saber si uno va a tener éxito en su profesión es duro. Básicamente porque supone tener que dominar los efectos de las dudas en la vida personal durante muchísimo tiempo. Muchos años difíciles. Pero no hay otro camino. Así que tenlo en cuenta: si nada lo remedia tendrás que perseverar. Ojalá que al final te ocurra como a Leonardo. Tampoco estaría tan mal. Os dejo los videos por si os apetece verlos.
Y ahora toca la del emprendimiento. Lo que escribo hoy no es una novedad –hay otros que ya lo han apuntado anteriormente- y, por supuesto, aún debe ser corroborado en el transcurso de los próximos años. En cualquier caso, el pronóstico puede que hierre como mucho en cuestiones de forma, pero me temo que es muy difícil que lo haga en la cuestión de fondo. El progreso de este país durante los últimos treinta años se ha cimentado en sucesivas burbujas. En todos los casos con el permiso, cuando no el impulso, de la administración correspondiente. Puede que quizás -siendo prudentes-, con la finalidad de provocar cambios para generar un proyecto de modelo-país. Pero sin conseguirlo. Básicamente por dos razones:
En todos y cada uno de los casos ambas circunstancias se han retroalimentado en una espiral sin fin que han dado lugar a burbujas de mayores o menores dimensiones. Burbujas que al colapsar han tenido impactos, a su vez, de gravedad variable sobre el conjunto de la economía. Es precisamente debido a esta necesidad de que se produzca retroalimentación, por lo que decía que quizás sea pronto para confirmar que ya nos encontramos frente a una nueva burbuja. Y es que, aunque la administración ya está impulsando el caso, está por ver si los ciudadanos de a pie deciden subirse al carro en cantidad suficiente para que se produzca.
Dado que estoy muy pagado de mí mismo no acostumbro a citar. Y por si tenéis dudas no penséis que es porque así creo que podré vencer la batalla por establecer mi singularidad como persona. Soy plenamente consciente del obstáculo para lograrlo: esos otros tantos que me han precedido para dejar claro que lo que diga o escriba no va a ser precisamente muy original… dado que a ellos también se les ocurrió en su momento. Lo más que podré reivindicar sería un: “Pues que sepáis que no lo sabía. A mí se me acaba de ocurrir ahora.”. Pero hoy haré una excepción para parafrasear a Steve Jobs –pobre, no lo dejamos descansar- a cuento de algo que me ha ocurrido durante estos días.
“Creemos que el Mac va a vender millones y millones.
Lo hemos construido para nosotros mismos.
Éramos el grupo de personas que iba a juzgar si era genial o no.
Queríamos construir el mejor posible.”
Veréis: no todos estos días he conseguido encontrar tiempo para hacer algo que por otro lado me apetecía muchísimo. Pero es que tenía algo que hacer. El otro día aparecía publicada una nota en la sala de prensa de la empresa donde comentaba que habíamos batido un nuevo record de rendimiento. Supone una mejora absolutamente brutal respecto al escenario del que partíamos y representa dedicar una parte muy importante de recursos a cada sucesiva consecución. En la práctica nos permite ejecutar una de las consultas más complejas a la que podemos someter a la mayor Base de nuestros almacenes en unos sesenta segundos partiendo de una memoria cache absolutamente vacía. Y repetirla desde ahí prácticamente sin retardo perceptible para un hipotético usuario final. Y digo hipotético porque la paradoja de la cuestión es que se trata de una consulta que, en la práctica, probablemente nunca será ejecutada. Un caso que veo reflejado de manera bastante fiel en la frase que pronunció Steve Jobs. No se trata de desarrollar algo para que la experiencia del cliente sea excepcional. Se trata de si lo que hago demuestra aquello de lo que soy capaz y de que voy a hacer a continuación para mejorarlo aún más.
“Cuando comienzas a intentar resolver un problema, las primeras soluciones que se te vienen a la cabeza son muy complejas y por eso la mayor parte de la gente se queda parada cuando llega a este punto. Pero si sigues, vives con el problema y pelas más capas de la cebolla, llegas a menudo a soluciones muy elegantes y muy simples.”
La segunda que refleja también algo que disfruto experimentando cada vez. Os sonará raro, pero en conjunto y en detalle, cada paso que doy supone saber que la solución a la que he llegado es más elegante y simple que la anterior. Y eso se transmite. Que se lo digan a Steve.
“Cuando eres un carpintero haciendo un mueble hermoso, no vas a usar un pedazo de mala madera para la parte trasera, pese a que esté pegada a la pared y nadie la vea. Tú sabes que está ahí. Para dormir bien por la noche, la estética, la calidad, tienen que ser llevadas hasta el final.”
Os dejo un enlace donde encontrareis esas y otras citas pronunciadas por él.
http://es.wikiquote.org/wiki/Steve_Jobs
A no ser que prevengas el efecto bumerang comportándote de manera contracíclica. Si me ofrecieran beber agua de la fuente de la vida eterna creo que no haría ni gárgaras. No me puedo imaginar lo que supondría vivir una y otra vez cosas que solo serían nuevas para los demás si ya me toca sufrir el aburrimiento de experimentar esa sensación ahora. Espero que los budistas se equivoquen en algo y no exista la reencarnación. Si es que ya ni poniéndose en el supuesto de vivir el equivalente a dos vidas. Desaparece toda la gente con la que compartes la primera y ves a los de la segunda poniendo caras ante las mismas cosas. Y si cierras los ojos casi puedes ver a fulanito, que en paz descanse, cuando le ocurrió a él. La historia se repite y solo cambian los actores. Y la trama además tiene poquitas variaciones.
Hoy me han contado algo que me temo -para otros- que dará lugar a algo a lo que ya he asistido anteriormente. Tengo la sensación de que vuelven a echar Atrapado en el tiempo pero cambiando a Bill Murray por otro actor. Y el caso es que el pobre podría saltarse el mal trago si tan solo entendiera que, aunque para él resulte nueva, la situación ya se ha dado anteriormente. Tan sencillo como eso: "conozco lo ocurrido y simplemente hago algo distinto para tener, no un guion original, que sé que no existe, pero si el guion bueno entre todos los demás, que eso si es posible". Es una de las cosas que todo aquel que he conocido que es bueno en estrategia sabe. Ya sea de manera intuitiva o más formal. Ya que hoy las metáforas van de películas de cine, actuar conforme a lo que dice el computador en las escenas del final de Juegos de Guerra: "Extraño juego. El único movimiento para ganar es no jugar.".
El otro día escribía sobre ello. Y es que es otra de las razones por las que Ken Morse menciona que si eres joven te rodees por personas que tengan más experiencia. Para que puedas salvarte de meter la pata cometiendo sus mismos errores. Esa es la cultura que ha situado a Estados Unidos donde se encuentra y su reverso la razón por la que aquí nos cuesta avanzar un palmo del sitio en donde estamos. Aquí cada persona empieza de cero. Sin bagaje ajeno del que tirar. Y aprende pronto además qué conlleva fallar. El estigma que supone. Así que todos nos esforzamos por esconder los errores impidiendo que nadie pueda aprender de ellos. Digno del que asó la manteca.
En fin. Yo por mi parte ya he cogido el bol de palomitas. No hay mucho más que pensar.
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Eduardo Oviedo es el Director y fundador de Bases Portuarias. Emprendedor, cree en la tecnología como medio para resolver problemáticas de negocio. Estudió CC. Empresariales y tiene un Master en Transporte y Gestión Logística por la Universidad de Oviedo. Ha trabajado en las Autoridades Portuarias de Barcelona y de Gijón así como consultor.